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Domingo de Ramos en la Pasión del Señor
Marcos 14: 1-15,47
Marzo 28, 2021
Queridos hermanos,
El Domingo de Ramos en la Pasión del Señor nos introduce en el corazón del misterio pascual que durante la Semana Santa vamos a revivir y actualizar. Estamos en el pórtico, que nos adentra en lo que somos y creemos. Sin embargo, el Domingo de Ramos puede desconcertarnos un poco, es una entrada triunfal que en unos días se convertirá en calvario. Pero los textos nos centran en lo que vamos a celebrar en esta semana. Es tiempo de escuchar y mirar, de contemplar, de oír a Jesús, de acoger sus palabras, recordar sus gestos.
El Himno de san Pablo a los Filipenses resume muy bien lo que es la vida cristiana y lo que viviremos estos días. Proclamarlo otra vez podría ser la mejor reflexión para este día. Resaltando algunos verbos: “despojó”, “rebajó”, “levantó”, “concedió” se ve claramemente que lo de Cristo es bajar: “no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos”.
El profeta Isaías, a través del tercer canto del siervo de Yahvé, nos abre a la ignominia de este mundo violento, cruel, frente a la fuerza de la mansedumbre del discípulo, del siervo de Dios, porque en su pasión Dios siempre estará con él: “Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que mesaban mi barba. No oculté el rostro a insultos y salivazos. Por eso ofrecí el rostro como pedernal”.
Y es que, parece un tiempo de recordar la solidaridad de Cristo con todos los crucificados, con los que están abajo. ¿Podemos adorar a Cristo crucificado sin tener en cuenta a los crucificados de hoy? “Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz”.
Cada palabra tiene su profundidad. Es verdad que son días de representaciones populares enraizadas en las tradiciones de nuestros pueblos y que en la mayoría de los casos pueden ser unas buenas catequesis. Son las procesiones que pasan ante nuestros ojos, pero “la procesión debe de pasar por dentro”; la procesión de los últimos, aquellas en las que los seres humanos sufren en la vida diaria, en su carne.
Debemos servir y lavar los pies a las víctimas, ser Verónicas, Cirineos, y bajar de la cruz a los crucificados, colaborando con el Dios de la vida en la resurrección de los necesitados.
"Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el Nombre sobre-todo-nombre, de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble – en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: ¡Jesucristo es Señor!, para gloria de Dios Padre”.
Son también días de celebraciones litúrgicas y de participar activamente en ellas con toda la comunidad. Se sabe, que la tentación de tener vacaciones en estos días, está muy presente. Pero habrá que celebrar la Última Cena el jueves para escuchar su testamento, la invitación a amarnos como el nos ama, el lavatorio y la palabra: “amigos”.
Guardar silencio el viernes con los despojos del que muere en la cruz, desnudo y abandonado. Alegrarnos en la mañana de Pascua con la resurrección y proclamar la gloria de Dios Padre. Qué toda rodilla se doble, este es el camino cristiano y el de la Iglesia: vaciamiento, despojo, entrega, bajar, de aquí nace la única glorificación, la exaltación, la subida.
El relato de la Pasión de este domingo, según San Marcos, termina con el testimonio de un centurión romano: “Realmente este hombre era Hijo de Dios”. Esto es lo que proclamamos que: “Jesús es Señor”, y terminamos la semana como empezamos el Domingo de Ramos, dando ¡Vivas!; pero después de haber pasado todo esto por el corazón. Amor, servicio, entrega, muerte y resurrección son el camino, la verdad y la vida que nos propone Jesús, y nuestros pasos necesarios en este tiempo. Estamos en la parrilla de salida, preparémonos para la semana que llamamos Santa, por ser central en nuestra vida cristiana.