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Solo en el último mes, el país se a visto sacudido por tiroteos masivos, en una tåienda de comestibles en Buffalo, en una escuela primaria en Uvalde, Texas, y en el consultorio de un médico en Tulsa. ¿Qué está pasando por su mente en este momento?
Hablamos de guerras y rumores de guerra en todo el mundo, pero de alguna manera, con la cantidad de violencia armada que tenemos dentro de nuestro propio país y comunidad, es como una guerra.
Obviamente, hay una serie de problemas que son evidentes: uno es que se ha aceptado que las armas, estén fácilmente disponibles para cometer actos de violencia. Nos hemos vuelto insensibles a los tiroteos diarios. Además, parte de esta violencia, tiene sus raíces en la falta de formación en la vida familiar, y la falta de servicios de salud mental. Cuando juntas todo eso, tenemos una sociedad muy violenta, que no respeta la vida humana.
¿Parece que nosotros, como sociedad, ni siquiera podemos tener una discusión respetuosa, sobre las estrategias que llevarían al país en una mejor dirección?
Honestamente, creo que todo el tema se ha vuelto político. El Congreso está dividido por partidos, y hay falta de movimiento allí. Combinas eso con gente que, hoy no tiene paciencia por cualquier falta de acuerdo. Hoy en día, sea cual sea el problema, si no estás de acuerdo conmigo, eres un enemigo. Se supone que debe ser, si no está de acuerdo conmigo, hablemos y veamos si podemos llegar a algún tipo de acuerdo común.
Hemos perdido todo sentido del respeto por las diferencias de opinión. Me parece que, las diferencias de opinión son naturales hoy, pero reconciliarse y hablar, ya no es natural. El desacuerdo es la norma. Lo que se ha vuelto extraordinario es, encontrar un acuerdo común, y encontrar la paz en medio del desacuerdo. Esto está sucediendo entre naciones y, está sucediendo dentro de nuestra propia nación y, dentro de las familias. Ocurre a veces dentro de las comunidades parroquiales.
¿Qué podemos hacer?
Cuando hablamos de violencia armada, no escucho a muchos hablar de salud mental. No escucho a muchos hablar de oración y espiritualidad. Y no escucho a muchos hablar de los valores familiares. No soy tan ingenuo, como para pensar que, si tuviéramos esos tres, no habría violencia armada. Pero la violencia ciertamente se reduciría, y ciertamente, no sería en la medida en que lo es.
Creo que, durante el fin de semana del Día de los Caídos, hubo 130 muertes en todo el país, por violencia armada.
¿Qué recomendaría a los Católicos que hicieran sobre este tema?
Diría, orar por la paz. Y, cuando hay falta de paz en la familia o en la comunidad, necesitamos trabajar hacia la reconciliación. Necesitamos cuestionar lo que les estamos enseñando a nuestros hijos, sobre la violencia en general.
También, creo que tenemos que hacer algo como cristianos, dentro de nuestra propia ciudad, estado y país, que haría que algunas armas estuvieran menos disponibles. Siempre me sorprende cuando veo que, surge una legislación que eliminaría la capacitación sobre, cómo usar las armas de manera responsable. Es casi como, si estuviéramos invitando a la gente a actuar de manera irresponsable. La USCCB, ha dejado en claro que, ha habido demasiados tiroteos en escuelas, demasiados asesinatos de inocentes. Nuestra fe Católica, nos llama a orar por los que han muerto y, a vendar las heridas de los demás. Al hacerlo, cada uno de nosotros, también, necesita buscar en su alma formas en las que podamos hacer más, para comprender esta epidemia de maldad y violencia. Debemos implorar a nuestros funcionarios electos, a que nos ayuden a tomar medidas, y responsabilizarlos, para que nos ayuden a reducir el mal y, buscar la paz.
Las preguntas para el arzobispo Aymond pueden enviarse a: [email protected].