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Somos también luz. Cuando no teníamos luz eléctrica, todos sabíamos que el candil, había que ponerlo bien alto, si queríamos iluminar cualquier estancia. En la oscuridad del mundo, en los momentos difíciles de la existencia, cuando parece que andamos ciegos, nosotros apuntamos la aurora. Como nos dice Isaías: “Comparte tu pan con el hambriento, abre tu casa al pobre sin techo, viste al desnudo y no des la espalda a tu propio hermano. Entonces surgirá tu luz como la aurora y cicatrizarán de prisa tus heridas; te abrirá camino la justicia y la gloria del Señor cerrará tu marcha … Cuando renuncies a oprimir a los demás y destierres de ti el gesto amenazador y la palabra ofensiva; cuando compartas tu pan con el hambriento y sacies la necesidad del humillado, brillará tu luz en las tinieblas y tu oscuridad será como el mediodía”.
La luz es un tema recurrente en los textos bíblicos y en nuestras celebraciones. Jesús es la luz y a nosotros se nos llama a vivir como hijos de la luz: “Brille su luz delante de los hombres de modo que, al ver sus buenas obras den gloria a su Padre que está en el cielo”. No es fácil,dar luz a las diversas situaciones de la vida, aportar lo que vivimos y hacerlo, como les recuerda San Pablo a los Corintios en la segunda lectura: “Cuando llegué a la ciudad de ustedes para anunciarles el Evangelio, no busqué hacerlo mediante la elocuencia del lenguaje o la sabiduría humana, sino que resolví no hablarles sino de Jesucristo, más aún, de Jesucristo crucificado. Me presenté ante ustedes débil y temblando de miedo. Cuando les hablé y les prediqué el Evangelio, no quise convencerlos con palabras de hombre sabio; al contrario, los convencí por medio del Espíritu y del poder de Dios, a fin de que la fe de ustedes dependiera del poder de Dios y no de la sabiduría de los hombres”.
Ser sal y luz es vivir en la pequeñez, ser testigos, acompañar a los que tenemos a nuestro lado, en la familia, el vecindario, el trabajo, recordándoles nuestra sencilla fe, que es lámpara frágil, comida cotidiana sabrosa. Nuestra fe es el esfuerzo por ver y hacer ver, llama de amor viva, faro en el mar, foco en el sendero, luna llena en la noche, poco más y poco menos, lo que hace que nuestra vida, tenga dirección y sentido. Ofrecérselo a otros, sin mucha elocuencia sino haciendo que nuestras actitudes, nuestros gestos y acciones, hablen por sí mismos, es el mejor método evangelizador.
Hace unos días hemos celebrado la Presentación del Señor y la fiesta popular de la Candelaria, que podamos mantener encendida esa luz, que se nos otorgó en el bautismo. Se nos llamó y se nos llama para ser luz y sal, hoy más que nunca es tiempo de iluminar y salar.