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Es difícil creer que, ha pasado un año desde que la pandemia de coronavirus comenzó a afectar a nuestra arquidiócesis, en los Estados Unidos y, en todo el mundo. A veces, la gente usa la palabra “aniversario”. No sugeriría usar esa palabra. Este mes será más un "recuerdo" de esa época en la que hace un año, un invitado no deseado llamado COVID, vino y se quedó demasiado tiempo.
Fue en marzo pasado que, todas nuestras Misas se volvieron “virtuales” debido a las restricciones sobre la cantidad de personas que podían asistir. Celebrar la Semana Santa el año pasado en la catedral de St. Louis, prácticamente vacía, fue algo que nunca olvidaré, ni tampoco los sacerdotes de nuestras parroquias y santuarios.
Nuestras vidas han cambiado de muchas formas. Si bien, la pandemia quizás ha brindado oportunidades para que, las familias pasen más tiempo juntas, y nos ha brindado otros momentos positivos, todos hemos experimentado una gran cantidad de ansiedad y miedo, y muchas personas han sufrido enfermedades graves, tensiones familiares, desempleo y la muerte de un ser querido.
La forma en que nos reunimos con otras personas ha cambiado. Hemos tenido que mantenernos socialmente distantes y, usar máscaras, incluso, en Navidad. A pesar de esto, siempre me recuerdo a mí mismo y, a los demás que, si bien debemos mantener el distanciamiento social, y usar cubrimientos para el rostro, Jesús no lo hace. Él, no desea esconderse de nosotros, y nunca se aleja de nosotros, sino que, siempre vive en nuestro corazón, y entre nosotros como su pueblo.
Nuestra experiencia de adoración ha cambiado. Las Misas se han transmitido en vivo. Cuando las Iglesias no estaban abiertas, las parroquias celebraban Misas virtuales, y procesiones Eucarísticas en sus barrios, y los sacerdotes escuchaban confesiones al aire libre. Fue impresionante para mí ver la increíble cantidad de parroquias que, han transmitido en vivo sus Misas y, continúan haciéndolo.
La creatividad de los sacerdotes, diáconos y quienes sirven en las ceremonias litúrgicas, ha sido extraordinaria. No demos por sentado a esas personas detrás de las cámaras de transmisión en vivo. En particular, los sacerdotes en las parroquias, y los ministerios especializados, han ido más allá del llamado del deber. En particular, quiero agradecer a los muchos capellanes de hospitales que, se han dado a sí mismos, junto con nuestros socorristas y trabajadores de la salud, y en ocasiones, han arriesgado incluso, sus propias vidas.
No olvidemos al personal parroquial, y a los directores, facultades, y personal de nuestras escuelas primarias y secundarias por las muchas formas en que se han adaptado a los nuevos estilos de enseñanza, y aprendizaje. Esto también, se aplica a los padres, que asumieron roles nuevos e imprevistos en la educación de sus hijos. Nuestros estudiantes de escuelas Católicas, se han enfrentado al desafío, y continúan sobresaliendo académicamente mientras continúan su formación en la fe. Los estudiantes que participan en nuestras escuelas parroquiales de religión, han seguido recibiendo instrucción en persona, y virtualmente.
Estoy profundamente agradecido con Dios, por todas estas personas, y por las muchas formas en que nos han guiado a través de este momento único de la pandemia. Doy gracias a Dios por ti y, Le pido que te fortalezca.
Tenemos muchas cosas programadas para los próximos meses, particularmente, relacionadas con la celebración del Año de la Eucaristía y San José. Espero que podamos seguir adelante con nuestros planes, pero con la experiencia de COVID, los planes pueden cambiar. Pero sabemos que, cuando experimentamos confusión y oscuridad, esperamos la luz de Cristo, quien ha prometido caminar con nosotros y, derramar su luz sobre nosotros.
Las preguntas para el Arzobispo Aymond pueden enviarse a: clarionherald@clarionherald.org.