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Por Arzobispo Gregory M. Aymond
La guerra es a la vez una triste realidad y un síntoma de nuestra naturaleza humana caída. Los historiadores han designado dos guerras del siglo XX, como guerras “mundiales”, pero la amarga verdad es que la guerra global permanece con nosotros y, como ha dejado claro el Papa Francisco, representa un grito contra la humanidad que es siempre y en todas partes una derrota.
La Academia de Ginebra rastrea las guerras en todo el mundo, y ha publicado algunas estadísticas escalofriantes. Actualmente hay más de 110 conflictos armados en todo el mundo: más de 45 en Oriente Medio y el Norte de África; más de 35 en África; 21 en Asia; seis en América Latina; y siete en Europa.
Cuando el Santo Padre saludó a miles de peregrinos en la Plaza de San Pedro el domingo 14 de abril – el día después de que Irán lanzara un ataque con drones contra Israel en represalia por un ataque israelí contra el consulado iraní en Damasco, Siria, el 1 de abril – hizo un grito lastimero por un alto el fuego inmediato y, para que las partes en conflicto “detengan toda acción que pueda avivar la espiral de violencia y correr el riesgo de arrastrar al Oriente Medio a un conflicto bélico mucho mayor”.
En su documento más reciente sobre la dignidad humana (“Dignitas Infinita”), el Papa Francisco escribió que la “tragedia” de la guerra, es que “niega la dignidad humana”. El Santo Padre detalló en 2016 en su mensaje para la Jornada Mundial de la Paz que “la guerra, los ataques terroristas, la persecución racial o religiosa y muchas otras afrentas a la dignidad humana... “se han vuelto tan comunes que constituyen una verdadera “tercera guerra mundial” luchada poco a poco”.
El Papa ha reafirmado cuidadosamente el derecho inalienable de una nación a la autodefensa y la responsabilidad de proteger a aquellos cuyas vidas están amenazadas, pero ha enfatizado que la guerra sigue siendo una “derrota de la humanidad”.
“Ninguna guerra vale las lágrimas de una madre que ha visto a su hijo mutilado o asesinado”, afirmó el Santo Padre. “Ninguna guerra vale la pérdida de la vida de un solo ser humano, un ser sagrado creado a imagen y semejanza del Creador; ninguna guerra merece el envenenamiento de nuestra casa común; y ninguna guerra merece la desesperación de quienes se ven obligados a abandonar su patria y se ven privados, de un momento a otro, de su hogar y de todos los vínculos familiares, de amistad, sociales y culturales que se han construido, a veces a lo largo de generaciones.”
Me uno en oración al Santo Padre, para pedir un alto al fuego en la guerra de seis meses en Gaza. También rezo para que Hamás, al que Irán apoya, libere a los 133 rehenes que se cree que todavía están retenidos. También existe una necesidad urgente de proporcionar ayuda humanitaria a los 2,3 millones de palestinos que viven en Gaza y que están amenazados por el hambre.
El Papa Francisco ha pedido una solución de dos-Estados en Oriente Medio, que permita a palestinos e israelíes vivir uno al lado del otro en paz. Hizo un llamado a la comunidad internacional para que fomente iniciativas que puedan poner fin a la guerra.
“Todas las naciones deberían ponerse del lado de la paz y ayudar a los palestinos y a los israelíes a vivir en dos Estados, uno al lado del otro, en condiciones de seguridad”, dijo el Papa Francisco. “Es su deseo profundo y legítimo, y es su derecho. ¡Dos estados vecinos! Que se alcance pronto un alto el fuego en Gaza y que se siga el camino de las negociaciones, negociaciones con determinación”.
Los obispos estadounidenses tienen una historia de décadas de abogar por la paz entre las naciones, particularmente a la luz de la capacidad destructiva de las armas nucleares para cambiar la faz de la tierra. En una “Carta Pastoral sobre la Guerra y la Paz” de 1983, los obispos dijeron que la era nuclear, era una era de peligro tanto moral como físico.
Somos la primera generación desde el Génesis con el poder de destruirnos virtualmente unos a otros y la creación de Dios, señala la carta pastoral. “No podemos permanecer en silencio ante tal peligro”, continuó. “Básicamente, estamos diciendo que las decisiones sobre las armas nucleares se encuentran entre las cuestiones morales más apremiantes de nuestra época”.
En 1981, San Juan Pablo II nos advirtió que las guerras modernas ponían en peligro a la Tierra.
“Nuestro futuro en este planeta, expuesto como está a la aniquilación nuclear, depende de un solo factor: la humanidad debe dar un giro moral”, dijo. “El mundo entero debe reunir el coraje moral y los medios técnicos para decir “no” al conflicto nuclear; “no” a las armas de destrucción masiva; “no” a una carrera armamentista que roba a los pobres y vulnerables; y “no” al peligro moral de una era nuclear que plantea a la humanidad opciones indefendibles de terror constante o rendición. El establecimiento de la paz no es un compromiso opcional. Es un requisito de nuestra fe”.
¡Jesús, Príncipe de la Paz, ¡muéstranos el camino!
Las preguntas para el Arzobispo Aymond, pueden enviarse a: [email protected].