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Padre Manuel Solorzano
Clarion Herald
unio 27, 2021
13˚ Domingo del Tiempo Ordinario
Marcos 5:21-43
Queridos hermanos: En este domingo la liturgia nos habla del Dios de la vida, que todo lo hizo para comunicar a los demás seres lo que él mismo es. Todo le pareció bueno y no quiso la muerte para nadie.
El ser humano salió de sus manos como un reflejo de su propio ser inmortal. Si la muerte existe, es porque la envidia del demonio la provocó al inducir al hombre a pecar. Sin embargo, las cosas no quedaron así. Cuando llegó el momento previsto por él, Dios envió a su Hijo para restablecer el proyecto original que tuvo sobre el mundo. Jesús manifestó su compenetración con el Dios de la vida realizando muchos signos de dominio sobre el mal y la muerte, y culminando con su propia resurrección la misión que el Padre le había encomendado.
Sin embargo, decir que Dios está a favor de la vida puede ser causa de conflictos. Desgraciadamente seguimos haciendo de Dios bandera de nuestra propia forma de pensar. Le usamos para justificar lo que pensamos, queremos o deseamos. Hay grupos que están a favor de la paz. Estos agitan la bandera de Dios para decir que hay que estar contra cualquier forma de guerra o violencia. Y hay otros grupos que parecen estar exclusivamente preocupados por el aborto.
El tema de la guerra no les interesa o les interesa muy poco. Unos y otros están en favor de la vida pero sólo en un aspecto. Por en medio andan los partidarios de la eutanasia, que parece que están a favor de la vida, pero no de toda vida o de la vida a cualquier precio sino de una vida dignamente vivida. Todos de una forma de otra, a favor o en contra, tratan de atraer a Dios hacia su bando para justificar sus posiciones.
La realidad es que Dios está a favor de la vida de la persona. Ya dijo San Ireneo: que “la gloria de Dios era la vida del hombre”. Dios quiere nuestro bien. ¡No puede ser de otra manera! Nos ha creado. No se puede concebir que haya creado este mundo para destinarlo a la muerte. Más bien, hay que pensar lo contrario: que lo ha creado para destinarlo a la vida y a la vida eterna. Eso es lo que nos dice hoy el libro de la Sabiduría.
En el Evangelio de hoy, Jesús está definitivamente a favor de la vida. No es necesario entrar en profundas exégesis ni explicaciones del texto. Es tan sencillo como ver que Jesús cura a la hija del jefe de la sinagoga. Y también cura a la mujer que padece flujos de sangre. En el primer caso, es Jesús el que se mueve hacia el enfermo o muerto y le toca. En el segundo es la mujer la que se acerca a Jesús y le toca. En los dos casos la curación es de una enfermedad física, que es sin duda la primera amenaza a la vida.
Hoy somos nosotros los que hemos de ocuparnos de esa defensa de la vida. Pero lo hemos de hacer con la honestidad suficiente como para no guardar silencio ante ninguna amenaza a la vida. No sólo el aborto es pecado contra la vida. No sólo la guerra. La injusticia, la pobreza, el egoísmo, la falta de amor, son también amenazas para la vida.
No podemos pronunciarnos con rotundidad en un caso y callarnos en el otro. Eso no significa que no haya dudas. Hay situaciones en las que es difícil ver claro qué es lo mejor o qué significa en concreto defender la vida. La eutanasia puede ser una de ellas.
Ahí tendremos que aprender a dialogar y escuchar. Y hasta aprender a convivir con situaciones concretas para las que no tenemos una respuesta clara. Pero siempre defendiendo la vida y la vida para todos. Con Dios, nuestro creador y nuestro salvador.
¿Estoy convencido de que Dios defiende toda la vida y la vida de todos? ¿De qué modo está la vida amenazada en su integridad cerca de mí? ¿Qué puedo hacer por defenderla, promoverla, apoyarla, salvarla, curarla?